La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) pidió que se prohíba el uso de teléfonos inteligentes a los estudiantes en todas las escuelas del mundo. Llegó a esa conclusión en un nuevo informe sobre el impacto de las modernas tecnologías en el aprendizaje.
“Los teléfonos inteligentes en las escuelas también han demostrado ser una distracción del aprendizaje y, sin embargo, menos de una cuarta parte de los países prohíben su uso en las escuelas”, señala la directora general de la UNESCO, Audrey Azoulay, en la presentación del informe Tecnología en la educación: ¿Una herramienta en los términos de quién?
“Necesitamos enseñar a los niños a vivir con y sin tecnología; tomar lo que necesitan de la abundancia de información, pero ignorar lo que no es necesario; dejar que la tecnología apoye, pero nunca suplante, las interacciones humanas en la enseñanza y el aprendizaje”, dijo Manos Antoninis, principal responsable del informe.
Los teléfonos inteligentes en las escuelas también han demostrado ser una distracción del aprendizaje y, sin embargo, menos de una cuarta parte de los países prohíben su uso en los centros de enseñanza, de acuerdo con el informe.
El objetivo declarado del informe es llamar la atención de los países para que consideren detenidamente cómo se utiliza la tecnología en las escuelas, y enfatiza la necesidad de una “visión centrada en el ser humano”, en la cual la tecnología digital sirva como una herramienta en lugar de tener prioridad.
La Unesco está instando a los países a establecer sus propios estándares para la forma en que se diseña y utiliza la tecnología en la educación, de modo que nunca reemplace la instrucción presencial dirigida por maestros y apoye el objetivo compartido de una educación de calidad para todos.
Audrey Azoulay, directora general de la Unesco, dijo que “la revolución digital tiene un potencial inconmensurable, pero, así como se han expresado advertencias sobre cómo debe regularse en la sociedad, se debe prestar una atención similar a la forma en que se utiliza en la educación”. “Su uso debe ser para mejorar las experiencias de aprendizaje y para el bienestar de los estudiantes y docentes, no en detrimento de ellos”, afirmó Azoulay.
El informe propone cuatro preguntas sobre las cuales los formuladores de políticas y los educadores deberían reflexionar a medida que la tecnología educativa se vuelve cada vez más accesible y utilizada en todo el mundo.
La primera pregunta se centra en el uso adecuado de la tecnología en la clase. Los niños con discapacidades, que pueden tener dificultades en un entorno presencial tradicional, pueden beneficiarse de la opción de asistencia tecnológica.
“Las oportunidades abiertas son increíbles, y siempre nos sorprenden las nuevas ventanas que abre para los estudiantes”, dijo Antoninis, director del Informe de Seguimiento de la Educación en el Mundo, de la Unesco.
Añadió que por ello “necesitamos aprender sobre nuestros errores del pasado al usar la tecnología en la educación para no repetirlos en el futuro”.
El informe subraya que el derecho a la educación es cada vez más sinónimo del derecho a una conectividad significativa, pero una de cada cuatro escuelas primarias en el mundo no tiene electricidad.
Pide a todos los países que establezcan puntos de referencia para conectar las escuelas a Internet desde ahora hasta 2030, y que el enfoque principal permanezca en estas comunidades marginadas.
Otra pregunta es si es escalable, pues “hay una falta de evidencia imparcial sobre el valor agregado de la tecnología, según el informe.
La evolución de la tecnología está ejerciendo presión sobre los sistemas educativos para adaptarse, y la alfabetización digital y el pensamiento crítico son cada vez más importantes, particularmente con el crecimiento de la inteligencia artificial (IA) generativa, la de generación de contenido a partir de datos existentes.
El informe muestra que este movimiento de adaptación ha comenzado: 54 % de los países encuestados han descrito las habilidades que quieren desarrollar para el futuro, pero solo 11 de los 51 gobiernos encuestados tienen planes de estudio para la IA.
“Para poder navegar en el mundo digital, no necesariamente necesitamos habilidades muy sofisticadas. Aquellos que tienen las mejores habilidades de lectura son los que tienen menos probabilidades de ser engañados por un correo electrónico de phishing (suplantación de identidad), por ejemplo”, observó Antoninis.
Además, los docentes también necesitan una formación adecuada; sin embargo, solo la mitad de los países cuentan actualmente con estándares para desarrollar las habilidades de los educadores en tecnología de la información y la comunicación.
Aún menos tienen programas de capacitación docente que cubran la ciberseguridad, a pesar del cinco por ciento de los ataques de ransomware (secuestro de datos para exigir rescate) dirigidos a la educación
Antoninis, también advirtió sobre el peligro de las filtraciones de datos en la tecnología educativa, ya que solo 16 % de los países garantizan por ley la privacidad de los datos en el aula.
“Sabemos que se utilizan grandes cantidades de datos sin la regulación adecuada, por lo que terminan siendo utilizados para otros fines no educativos, fines comerciales y eso es una violación de los derechos que debe regularse”, dijo el experto.
El informe además destaca las disparidades creadas por el aprendizaje digital. Durante la pandemia covid-19, 500 millones de estudiantes en todo el mundo quedaron excluidos debido al cambio a la matrícula solo en línea.
Geográficamente, se notó un desequilibrio significativo en los recursos en línea a favor de Europa y América del Norte.
Finalmente, el informe llama la atención sobre el tema de la financiación, y destaca que muchos países ignoran los costos a largo plazo de las adquisiciones de tecnología, y el mercado de tecnología educativa se expande mientras las necesidades básicas de educación siguen sin satisfacerse.
Una plena transformación digital de la educación con conectividad a internet en las escuelas y los hogares costaría más de 1000 millones de dólares al día solo para funcionar, según los cálculos de la Unesco