Pascuala Nogales: la mujer que cultiva esperanza en las faldas del Tunari
Mujeres como ella se dedicaban solo al cultivo agrícola; ahora, combinan esa labor con la producción de especies nativas, aportando a la recuperación del área protegida.
En la ladera sur del Parque Nacional Tunari (PNT), donde el sol ilumina miles de pequeñas plantas que esperan convertirse en bosque, una mujer trabaja con paciencia y convicción. Pascuala Nogales, madre y comunaria quechua de Tholapujru, es la responsable de producción del vivero comunitario del Distrito 3 del municipio de Tiquipaya, en Cochabamba. Desde allí, junto a un grupo de mujeres, impulsa una iniciativa que este año está produciendo 60 mil plantines de especies nativas para restaurar los bosques altoandinos.
“Yo soy madre soltera, entonces para ellos (mis hijos) más que todo yo trabajo. Siempre he sido responsable; he sido dirigente”, cuenta Pascuala, mientras revisa con cuidado las bandejas de kewiñas que crecen bajo su mirada atenta.
“Al principio dudé un poco, era mucha responsabilidad, pero los de Armonía me han capacitado y ahora ya sé manejarme solita, y estoy orgullosa de mis plantas”.
El vivero comunitario funciona bajo la administración de un directorio conformado por representantes de nueve comunidades, con el apoyo técnico de la Asociación Armonía a través del Programa Tunari. Este vivero se ha convertido en un modelo de gestión local y sostenibilidad.
Cada especie tiene un propósito. Las plantas nativas como la kewiña, kiswara, el lloque y el aliso no solo recuperan el paisaje, sino que restauran funciones ecosistémicas que protegen fuentes de agua, mejoran los suelos y ofrecen hábitat a especies únicas como la Monterita Cochabambina, un ave endémica que habita en los bosques de kewiña.
SEMBRAR FUTURO Pascuala aprendió que sembrar árboles también es sembrar futuro.
“Con mis compañeras fuimos al rescate de brinzales (plantas jóvenes o retoños que nacen de semillas), hicimos repique (trasplante), aprendimos nuevas formas de siembra. Cada plantita era como un hijo más; necesitaban agua, deshierbar, igual que un hijo. Me siento en paz aquí, porque sé que estoy aportando a que nuestra comunidad y nuestros bosques crezcan”, dice.
Su trabajo ha inspirado también a su familia. Su hija lo describe con cariño.
“Yo me siento muy orgullosa de mi mamá. Ella nos enseña lo duro que es la vida, pero también cómo se sale adelante. Con esto, no solo ayuda a las comunidades, también cuida el bosque y el agua para todos”.
Para Omar Oporto, coordinador del Programa Tunari, el vivero comunitario es una experiencia que fortalece la autonomía local.
“Ellos ya administran el vivero, producen sus plantas y pagan a su viverista. Nosotros acompañamos con capacitación técnica. La meta es que a futuro puedan funcionar de manera autónoma y diversificar su producción hacia especies agroforestales”, explica.
El esfuerzo de Pascuala y su comunidad muestra cómo la restauración de los bosques también se traduce en fortalecimiento social. Mujeres que antes se dedicaban solo al cultivo agrícola, ahora combinan esa labor con la producción de especies nativas, aportando a la recuperación del Parque Nacional Tunari.
El Programa Tunari, impulsado por la Asociación Armonía, cumple cinco años de trabajo en la restauración de los bosques nativos del parque, una de las áreas protegidas más importantes de Bolivia. Estas acciones son posibles gracias al respaldo de Acción Andina, el Fondo Flamenco para el Bosque Tropical (FFBT), BOS+, Trillion Trees, BirdLife Internacional y Darwin Initiative.
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