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Fraternos expresan su devoción por Urkupiña bailando toda su vida

La fe y devoción por reencontrarse con la Virgen de Urkupiña mueven a Germán Quiroga Zapata, de 68 años, a   peregrinar 4,5 kilómetros bailando la diablada para cumplir una vez más la promesa que hizo hace 45 años en la Entrada Folklórica.

Aunque son más de cuatro décadas las salta y contagia su alegría a los feligreses, el fraterno y presidente de la Diablada 14 de Septiembre se siente entusiasmado y decidido por llegar a los pies de la “mamita”, como si fuera su primera vez.

“Mientras tenga vida y salud bailaré”, aseguró. Germán comenzó a bailar a sus 23 años  como  china supay  en su fraternidad, mientras recordó cómo en su juventud se transportó en camión junto a otros fraternos a Quillacollo para agradecer y pedir la “bendición” a la Patrona de la Integración Nacional.

La china supay es una figura que realza los bloques de las fraternidades de diablada porque asocia al diablo con la mujer.

La promesa es un compromiso que asumen los danzarines con la Virgen de Urkupiña y la fraternidad para bailar por tres años consecutivos, pero hay devotos que llevan bailando hasta 50 años, según el presidente de la Asociación de Fraternidades Folklóricas Virgen de Urkupiña (Affvu), René Valdez.

Relató que este es el caso de “Doña María”, integrante de una fraternidad de morenada que acostumbra sólo a tomar un vaso de agua hasta finalizar la ruta.

Quiroga comentó que la fe inyecta fuerza para bailar y hacer otros sacrificios para cubrir los gastos de la elaboración o alquiler de traje y la banda. “Cada año hago el esfuerzo para estrenar trajes, como bailo con fe y devoción, sé que la mamita me devuelve el doble, invierto casi 7 mil bolivianos y a parte se paga por la banda”, aseveró.

Pero, ¿qué hay detrás de este tipo de manifestaciones religiosas, culturales y económicas que perduran?  Para el presidente de Diablada 14 de Septiembre todo es cuestión de fe y de creer. Desde su experiencia personal dijo que muchos fraternos se desbordan hasta las lágrimas al llegar al templo San Ildefonso, porque sus plegarias se materializaron.

Salud, vida, estabilidad económica y trabajo son los anhelos que impulsan a miles de danzarines a expresar sus sentimientos y pensamientos a través del baile y de la música.

Historia

La Entrada Folklórica forma parte de los tres actos centrales de la festividad de la Virgen de Urkupiña, porque concentra a una multitud de devotos desde 1960.  Sin embargo, el presidente de la Affvu subrayó que la asociación organiza hace 47 años uno de los eventos culturales y religiosos más grandes del país.

Las fraternidades folklóricas convocaron por primera vez a una reunión el 29 de abril de 1977 para conformar un directorio, pero recién en 1997 lograron ser reconocidos legalmente con la Personería Jurídica N.º 212/97, según antecedentes históricos.

El presidente de la Entrada Autóctona, Juan de Dios Espinoza, contó que los primeros años los grupos autóctonos y las fraternidades folklóricas participan en conjunto en los actos centrales, pero en 1990 comenzaron a separarse.

“Primero entraban los grupos autóctonos, luego los folklóricos, pero en el 2000 se solicitó que entremos a las siete de la mañana, fue allí que se decidió hacer otra entrada”, afirmó.

Espinoza señaló que las entradas crecieron a la par de la devoción por Urkupiña en Oruro, La Paz, Santa Cruz y otros departamentos y en países vecinos como Argentina y Brasil. Esto hizo que en 2003 la festividad sea declarado Patrimonio Cultural de Bolivia.

La entrada guarda la riqueza cultural

La Entrada Folklórica de la Virgen de Urkupiña nació  con 12  fraternidades con el propósito de conservar la “pureza y plenitud”de los ritmos. Sin embargo, con el paso de los años la Affvu logró a la fecha aglutinar 80 fraternidades, 56 afiliadas y 24 solicitantes.

El presidente de la Affvu, René Valdez, comentó que se cumple con el objetivo de creación, aunque por los costos de los trajes y otros factores se perdieron  bailes como los incas, pero áun se preservan danzas como los doctorcitos, los waka tokoris y humajalas de Tapacarí por más de medio siglo en la entrada.

 

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