Gene Simmons, el demonio de Kiss y una vida llena de excesos y oscuridades
“Yo vivo para ganar más dinero. Los que dicen que el dinero es la raíz de todos los males son unos imbéciles, la falta de dinero es la raíz de todos los males”. Gene Simmons, el demoníaco bajista de Kiss, es la encarnación del sueño americano, un auténtico self made man, un fundamentalista del capitalismo. No tiene problemas en confesar -como le dijo a la BBC en la frase que abre esta nota- que a esta altura de su vida lo mueven más los negocios que la música: a los 73 años amasó una fortuna de USD 300 millones.
Simmons nació como Chaim Witz en Haifa, Israel, en una familia muy pobre. Su madre, Flora Klein, era apenas una adolescente en Hungría cuando los nazis la llevaron junto con toda su familia al campo de concentración de Ravensbruck. Ella misma dejó su testimonio de aquel tiempo de horror: “Viví en el bloque 21 y trabajaba en los campos, recolectando papas. Llevaba ropa vieja con una cruz blanca pintada en la espalda”. Allí presenció un hecho traumático, el traslado de su madre, Ester Blau, a la cámara de gas. Cuando el final de la guerra se aproximaba, en enero de 1945, la llevaron a los campos de Venusberg y luego a Mauthausen, donde fue liberada por las tropas aliadas. Con 19 años, Flora decidió viajar a Israel, donde conoció a un carpintero llamado Jechiel Witz. Se casaron y el 25 de agosto de 1949 llegó Chaim, su único hijo.
El padre de Simmons los abandonó cuando él tenía seis años. El golpe le enseñó, desde pequeño, que debía salir adelante por sí mismo. Con sólo siete años comenzó a trabajar: recolectaba frutas silvestres y las vendía a la vera de una ruta. En ese momento, se prometió “demostrarme a mí mismo, a los demás y a mi padre que no lo necesitaba, así que una vez que lo demostré y me fue bien, quise mantenerme en mi orgullo y no moverme de ahí”. Su último recuerdo de Jechiel fue en lo alto de una escalera junto a una mujer rubia, de quien siempre pensó que era su amante. El músico jamás quiso volver a ver a su padre, que le dio cinco medio hermanos (uno por cada nuevo matrimonio que tuvo) y falleció el 6 de mayo de 2002, a los 80. Su última esposa tenía 35 años. A manera de epitafio, Simmons dijo: “Fue quien era hasta el final”.
El sueño americano
En 1958, Flora decidió emigrar y viajó con su hijo a los Estados Unidos. Se afincaron en Nueva York para estar cerca de unos parientes. Ninguno de los dos sabía hablar o escribir en inglés, y la mujer comenzó a trabajar en una especie de taller clandestino: “Seis días a la semana, sin pausas para comer y sin salario mínimo. Cosía botones en mil abrigos por día. Por cada botón cosido ganaba medio centavo”, recordaba Simmons. Desde siempre, el músico señaló que Flora era su heroína: “Me decía que nunca tuviera miedo al fracaso, ‘¿Qué es lo peor que puede pasar?’ Sacudirte el polvo e intentarlo otra vez. Así que nunca tuve miedo…” Le tenía tanto respeto que, asegura, jamás probó drogas ni alcohol en su vida. “Ella fue la mayor inspiración de mi vida. Vivió hasta los 93 años. Y nunca me sentí con derecho a romperle el corazón fumando, bebiendo, drogándome o poniendome en riesgo de ir a la cárcel”. Por supuesto, nunca fue un santo, pero las únicas adicciones públicas que reconoce son el dinero (lo sigue siendo) y el sexo.
El niño Gene podía hablar húngaro, yiddish, alemán y hasta algunas palabras de japonés, pero a los 9 años, en una ciudad inmensa como Nueva York, no poder comunicarse en inglés era un verdadero problema. Hasta que un día, en la tele, vio a “un tipo que volaba por el aire con una capa”. Empezó a leer cómics, uno tras otro, hasta que ayudado por los dibujos y el texto básico de los mismas, aprendió el idioma. Para alguien que cree que “La Biblia es una historia de superhéroes” y a los 13 años le envió una carta al mítico ilustrador de Marvel Stan Lee, es bastante lógico que hayan sido su escuela. “Era mucho más emocionante que los libros. La gente no habla como en la literatura, ni es así como se cantan las canciones. Los cómics me hicieron entender. Junto con el rock’n’roll fueron mis mejores maestros”. Muchos años después, cuando la fama de Kiss estaba en ascenso, al manager Bill Aucoin y al productor Sean Delaney se les ocurrió que los cuatro integrantes podían ser superhéroes de su propia historieta. Pero le agregaron un plus: volaron a Buffalo, Nueva York, donde estaba la imprenta de Marvel, y mezclaron su propia sangre con la tinta.
La revelación llegó para él en 1964, cuando en el Ed Sullivan Show se presentaron los Beatles. Eso es lo que deseaba para él. Quizás no tanto por la música, pero sí los aplausos. Y si los halagos provenían de las mujeres, mucho mejor. Convenció a su madre que le comprara una guitarra y le prometió que continuaría estudiando. También trabajaba como repartidor de diarios, lo que le reportaba tres dólares diarios y le brindó su primera alegría con las mujeres: el debut sexual. Según le contó al Sidney Morning Herald, “perdí mi virginidad a los 14 años, mientras entregaba periódicos en un día de invierno. Yo golpeaba a la puerta y luchaba contra la nieve cuando una ama de casa en sus veinte, atractiva y un poco borracha, me dijo que entrara. Se fue a cambiar y regresó en un negligé. Lo siguiente se lo pueden imaginar”.
Kiss
Un año más tarde se colgó una guitarra y formó su primera banda, llamada Long Island Sound. Pero faltaban unos años para que la música se transformara en su medio de vida. Así que apeló al plan B que le prometió a su madre. En 1970 se recibió como Licenciado en Educación en el Sullivan Community College, lo que le permitía ser maestro de primaria. Y mientras el rock lo despertaba por las noches, ganaba algunos dólares enseñando en una escuela del Harlem Español. La experiencia no duró demasiado. Según contó, lo que deseaba realmente era recibir atención y aplausos, pero no de 40 niños, sino de un estadio de 40 almas que coree su nombre. La otra, en el plano de la leyenda, dice que quiso replicar su propio método de aprendizaje y llevó un ejemplar de Spiderman para enseñar a sus alumnos. Al parecer, a los padres no les gustó y ahí se terminó Simmons como maestro de escuela. El siguiente trabajo tuvo un aura de glamour: fue corrector tipográfico de la revista Vogue. Y más adelante, mozo en un bar. Pero eran todas ocupaciones efímeras. Su deseo era triunfar en la música.
No pasó mucho tiempo para conocer a su media naranja artística. Paul Stanley aún era Stanley Eisen, un muchacho judío de Brooklyn tres años menor que él, que de niño había estado acomplejado por la falta del pabellón auditivo de su oreja derecha y se dejaba el pelo largo para taparla. Tocaba la guitarra, cantaba y estaba en busca de una banda. Una tarde fue a la casa de un amigo en el barrio de Washington Heights. Allí, por casualidad, estaba también Gene. Los presentaron y aunque Paul no se deslumbró por la canción que le mostró, comenzó una de las asociaciones más exitosas de la historia del rock.
La primera banda que formaron fue Wicked Lester. Allí, Simmons se colgó el bajo. Y desde el vamos impuso su impronta para el show business: era quien negociaba los locales donde tocar y el dinero que podían ganar, que por aquellos años era escaso. Consiguieron un contrato para grabar un disco en los famosos estudios Electric Lady, que habían pertenecido a Jimmy Hendrix. Pero antes de terminar, patearon el tablero. A Gene y a Paul no les gustaba la música que hacían. Echaron a los demás miembros de la banda y comenzaron a reclutar músicos. Primero se fijaron en un aviso en la revista Melody Maker. Allí, un baterista decía estar dispuesto a hacer lo que fuera para triunfar. Peter Criscuola (Peter Criss) fue el primero en arribar. Tocaron en algunos bares como trío, pero algo faltaba. Y llegó el guitarrista Ace Frehley, que dibujó el famoso logo de Kiss. El nombre llegó por inspiración de Stanley mientras iban en su coche, aunque bromeaban con la posibilidad de llamarse “Fuck!”, nombrar así su primer álbum, y llamar “You” al segundo.
Lo que sucedió con Kiss es historia conocida. Inspirados por el suceso que tenía New York Dolls, una banda protopunk que se travestía y maquillaba y el amor de Gene por las historietas, decidieron que cada uno encarnaría un personaje. Simmons, con su altura de 1,87 metro y su lengua de 13,5 centímetros (que generó el mito que se había injertado una lengua de vaca), no podía ser otro que el Demonio. El diseño de los maquillajes fue sugerido por Cinthia, la esposa del baterista Peter Criss.
Al principio, a la banda le costó triunfar con sus discos. Aun así, con su rock’n’roll básico y furioso, en vivo eran una sensación. De entrada decidieron hacer realidad la fórmula con que aún hoy, cincuenta años después de su primer álbum, abren los shows: “Ustedes quieren lo mejor, ustedes tendrán lo mejor. La banda más caliente del mundo: ¡Kiss!”. Mucha pirotecnia, juegos de luces, una batería que trepaba seis metros, humo que salía de las guitarras y las performances más esperadas de Gene Simmons: la sangre saliendo de su boca en el tema God of Thunder y el fuego que escupía en Firehouse, un truco circense que le produjo alguna que otra quemadura en el pelo y en la cara. Este año, después de medio siglo de rockear y luego de vender más de 100 millones de sus 44 discos, la banda encaró su última gira, que cerrará el 2 de diciembre en el Madison Square Garden de Nueva York. No será el fin de Kiss, sin embargo. Se especula con “bandas franquicias” que recorrerán el mundo, una película y otros negocios que, obviamente, seguirán engordando la billetera de Simmons. Según le anticipó en una entrevista en El País, además habrá “una serie de dibujos animados y mantendremos el complejo Kiss World en un hotel de Las Vegas”. Este contiene un museo, un campo de golf y una capilla para casamientos con el famoso logo de Kiss.
De cama en cama
En el backstage de cada show de la década del 70, el Demonio podía dar rienda suelta a una de las adicciones que reconoció: según contó alguna vez, tuvo sexo con 4.800 mujeres. Por supuesto, la mayor parte de sus amantes ocasionales fueron groupies y conejitas de Playboy. Quizás la más famosa fue Connie Hamzy, quien tuvo romances con muchos rockeros en la década del ‘70, incluido el compañero de banda de Simmons, Paul Stanley. También tuvo un affaire con Katey Sagal, la protagonista de la versión norteamericana de la serie Casados con hijos. Ella misma contó que tenía 20 años, era moza en un restaurante de Los Ángeles y comenzó a coquetear con Simmons, que no era tan famoso en ese momento. Como la actriz tenía una banda, la relación comenzó por el lado musical. Y terminó cuando ella quiso que el romance llegara al altar. Dicen que Simmons solo sonrió, se dio media vuelta y no regresó.
En 1979, mientras Kiss conquistaba el planeta con I was made for loving you, él hacía lo propio con Cher. La extraña pareja se conoció en una fiesta que daba Neil Bogart, el dueño del sello Casablanca para el que grababa Kiss. Ella venía de una temporada en el infierno con otro músico, Sonny Bono, y Simmons, a pesar de su apariencia, resultó un oasis. Fue, según él, “mi primer amor” y una pareja abierta mientras duró. Pero todo terminó en 1981, cuando Cher le pidió a su amiga Diana Ross que acompañara a Gene a comprarle un regalo de cumpleaños. Mala decisión: la cantante de música disco fue la siguiente conquista del bajista de Kiss. Pero, al parecer, nadie salió herido. “Siento un gran respeto por Diana Ross y Cher. Compartían mi forma de ver la vida, por eso nos llevábamos tan bien”, dijo Simmons. También se rumoreó un acercamiento a Liza Minelli, de quien fue representante durante cinco años.
Su leyenda de depredador fue siempre sostenida por él mismo más que por sus fanáticos, al contar que le gustaba tomar polaroids de cada una de las casi cinco mil mujeres con las que se había acostado. Tamaña colección terminó consumiéndose en una hoguera en el jardín de su casa cuando -ahora sí- se enamoró de una ex conejita de Playboy y actriz de películas soft porno canadiense llamada Shannon Tweed. Playmate del mes en noviembre de 1981, la exuberante rubia de 1,78 metros comenzó su carrera cinematográfica al año siguiente. Ambos se conocieron en 1983, durante una fiesta de pijamas en la mansión de Hugh Heffner. Según contaron en la biografía del músico que produjo A&E, él estaba con un pijama de seda y ella apenas cubierta por un hilo dental. Al principio se ignoraron, pero Shannon, a medida que pasaba la noche y los tragos, se le acercó y lo llevó a conocer la mansión.
A pesar de la reticencia de Simmons hacia el matrimonio, luego de 20 años y dos hijos (Nick, nacido en 1989, y Sophie, en 1992), en 2011, para la penúltima temporada del reality “Gene Simmons Family Jewels”, que A&E emitió entre el 2006 y el 2012, se casaron. En una oportunidad, habló en serio sobre su pasado de donjuán: “Sólo cuando conocí a mi mujer empecé a replantearme quién soy y por qué hago lo que hago con las mujeres, como herir sus sentimientos. Supongo que al ser hijo único y ver cómo mi padre nos abandonaba, pensé que no debía responder ante nadie”. Y poco después añadió: “No me casé hasta los 62 años. Era un imbécil y un egocéntrico hasta que Shannon me enderezó… Yo era arrogante, pero decidí madurar y casarme. ¡Y seguiré casado con ella hasta que me muera!”
Sin embargo, el pasado -y no tanto- regresó en forma de denuncias por acoso sexual. En 2017, la actriz de doblajes Mary McGlynn publicó un tuit en el que contó que en un estudio al que entró Simmons, le fue a dar la mano para saludarlo y él abrió su pantalón y le mostró el pene diciendo “esta es la máquina de diversión”. También se supo que llegó a un acuerdo privado con una periodista -de quien no trascendió el nombre-, quien lo acusó por tocarla sin su consentimiento.
Negocios
En el reality, Simmons pasaba gran parte de su tiempo en el escritorio de su mansión de Los Angeles, atiborrado por cada uno de los casi 4000 artículos que componen el catálogo del merchandising de Kiss, que los llevó a ganar alrededor de USD 500 millones a lo largo de su carrera. Allí hay desde ataúdes, preservativos, pinballs, maquillaje, ropa de cama y hasta papel higiénico. Lo único que no aceptaron fue promocionar cigarrillos y juguetes sexuales. Con el resto… hicieron caja.
A los 73 años, y luego de declarar que los fans mataron al rock al bajar música en forma gratuita, Simmons no piensa en la jubilación. Además de su propia banda solista, ya tiene plan B para continuar facturando. En la gran lista de sus empresas personales se encuentran los restaurantes Rock and Brews, un casino y resort en Oklahoma. También su productora de películas de terror Erebus, Motion, junto a su socio Gary Hamilton, con la que planea filmar 25 películas en cinco años. Y Siren, una empresa de bienes raíces, entre otros negocios. Como para reafirmar, una vez más, su idea del mundo: “El capitalismo es bueno, crea empleos para la gente. El comunismo, en cambio, no crea nada”
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